Desinformación en salud: ¿Cuándo sospechar?

A día de hoy es habitual encontrar comentarios y noticias que llenan periódicos, programas de televisión e incluso conversaciones en redes sociales en las que nos hablan de temas relacionados con la salud. ¿Es toda esta información fiable? ¿Cuándo debemos sospechar? ¿Cómo podemos informarnos de forma correcta sobre temas tan sensibles?

Publicado por Ivan Herrera Peco | 17.03.2021

Seamos sinceros, a día de hoy, gran parte de la sociedad española utiliza internet y las redes sociales para estar al tanto de lo que ocurre en general e incluso de cómo actuar para cuidar su salud en particular. 

Esta información que consumimos puede ser información veraz, correcta y ajustada a los datos de las investigaciones científicas que se han realizado sobre esos temas concretos, o bien puede ser una información no veraz y/o errónea. Entre el contenido erróneo, podemos diferenciar entre contenidos sobre salud que ofrecen información engañosa, que se inscriben en la desinformación; y también contenido sobre salud basados en una interpretación errónea de los datos científicos sobre el tema abordado; es lo que se conoce como misinformation.

Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), las mujeres usan más internet para la búsqueda de temas de salud.

Bulos sobre salud: características

¿Cómo podemos saber si esa información que nos ha llegado es un bulo o una pieza de desinformación? Pues porque, seguramente, tendrá una o diversas de estas características:

  • Genera emociones intensas cuando la lees, debido a su contenido dramático o sensacionalista, ya sea porque provoca indignación, risa (son ingeniosos), sorpresa, etc.

  • No busca informar en el sentido estricto, sino captar tu atención y alimentar tu imaginación para que consideres que «parece que es real y ofrece tanta información que… puede ser verdad”.

  • Está redactada de un modo sencillo, pero ambiguo, lo que hace muy posible que se confunda el mensaje y se puedan entender cosas diferentes.

Evidentemente, debemos entender que el considerar que una información incorrecta sea verdadera puede hacer que abandonemos acciones y estrategias relativas a nuestra salud que, finalmente, afectarán a nuestra salud física y mental, así como a la de las personas de nuestro entorno. Por ejemplo, si te crees a la influencer Paula Gonu, que dice que para prevenir el coronavirus, hay que tomar agua caliente; puede que no sigas las medidas de prevención adecuadas y te pongas en peligro a ti y a otros.

¡Cuidado! Señales de alarma

Así, ¿qué tipo de contenidos que nos llegan por redes sociales o algún canal de mensajería (Telegram, WhatsApp, etc.), debemos poner en cuarentena y no difundir?

Milagros: demasiado buenos para ser verdad. En primer lugar, y aunque parezca extraño, lo que debe hacerte sospechar siempre, es cuando leas algo relativo a “historias de éxito, curación, cambio de hábitos, etc.”, que parecen milagrosas, pero que han sido protagonizadas por quien escribe la información o por alguien cercano a quien genera la noticia. Y esa persona que nos relata la noticia como si hubiera tenido que “cruzar un desierto”.

Solución general. Es un remedio buenísimo, es la solución a todos los problemas; sirve para todos los casos sin excepciones.

Irrefutable: la verdad para siempre. Ofrecen datos incontestables y que son verdad, y no van a cambiar. Lamento decir algo que os va a chocar mucho…NADIE te puede ofrecer una verdad absoluta o una probabilidad del 100% de una curación. NUNCA. Nadie que sepa de ciencia te dirá eso, ya que la base de la propia ciencia se fundamente en la refutabilidad, es decir, que constantemente los datos obtenidos por un investigador van a ser puestos a prueba por otros y la evidencia científica puede cambiar atendiendo a nuevas evidencias (que se han obtenido en estudios bien diseñados y ejecutados, el otro pilar de la ciencia, la reproducibilidad).

Experiencia y no ciencia. Poned en cuarentena todas aquellas informaciones en salud que no ofrecen más que datos de casos personales o experiencias puntuales. Situaciones que, si se intentan repetir, no se consiguen reproducir. Sospechoso, ¿verdad?

Remedio fácil y rápido. Tened cuidado si el contexto del mensaje implica prisa, rapidez, si se ofrece la inmediatez de un resultado (positivo). Te tomas X y te vas a curar enseguida. La ciencia requiere tiempo y muchos esfuerzos en cuanto a inversión económica y de personal investigador, amén de que se requiere tiempo para comprobar todo antes de dar una conclusión de ese tipo.

Un secreto muy bien guardado. Nadie se había dado cuenta antes, y si lo sabían no querían contarlo y por eso te llega a través de las redes sociales/canales de mensajería… Oye, si es tan importante ¿por qué no se anuncia a bombo y platillo en todos los medios de comunicación? ¿Por qué no se ha comercializado antes?

Lenguaje sencillo y emotivo. Aunque la comunicación científica debería ser accesible para todos, no siempre lo es. También debéis revisar bien aquella información con un lenguaje demasiado sencillo y emotivo.

Influencers y testimonios. Aparecen en el texto referencias a personajes famosos, ya sean periodistas, artísticas, deportistas, profesionales clínicos –que los hay-, así como influencers de las redes sociales. Estos personales “apoyan” el mensaje que se transmite en esa información que os ha llegado. ¡Ojo!, cuidado con lo que se denomina como sesgo de autoridad, y es que No porque algo lo diga alguien a quien se le atribuye cierta importancia no tiene por qué ser cierto. Si lo que tienes en esa información que te llega es un testimonio, desconfía. Y cuidado que puedes llegar a confiar porque la persona que da ese testimonio da su nombre completo, te dice dónde trabaja e incluso su formación. Si eso pasa, desconfía más aún, pueden estar suplantando la identidad, mintiendo directamente o, quizás, sea quién dice ser…, en este último caso revisa si aparecen algunos elementos anteriores.

Traducciones equivocadas y omisiones relevantes. Otro de los elementos que aparecen de forma continua en este tipo de informaciones es el de las referencias a estudios científicos publicados en revistas científicas de calidad y prestigio internacional. Pero cuidado que no es oro todo lo que reluce y hay que leer bien los enlaces que se facilitan por diversas razones. Puede pasar, por ejemplo, que te hayan engañado o se hayan equivocado con la traducción. La inmensa mayoría de la literatura científica se escribe en inglés, lo cual puede ser una barrera para acceder y entender su contenido. También puede ocurrir que, quien escribe la noticia no tiene los conocimientos adecuados para entender lo que los autores indican en su texto y lo malinterpretan para ajustarse a lo que expresan en su noticia. Finalmente, también se puede dar el caso de que se obvien “pequeños detalles” tan importantes como para desmontar completamente el argumento de quién redacta la información.

 

Pseudoestudios disfrazados de ciencia

A veces se utilizan artículos científicos para dar a un contenido un “baño” de veracidad científica. En los bulos y la información de poca calidad encontramos que:

Solo una fuente. Se ofrecen conclusiones muy simplificadas y que proceden de un solo artículo científico. La ciencia y el periodismo exigen muchas fuentes.

No hay enlaces. Pueden dar información sobre “estudios”, que casualmente sustentan sus ideas, pero no hay enlaces a las fuentes primarias (a esos artículos científicos).

Evidencias insuficientes. Usan artículos que no ofrecen un nivel de evidencia clínica adecuado. ¿A qué me refiero? Pues que no todos los artículos publicados son válidos para justificar los cambios o aplicación de tratamientos en seres humanos.

Causalidad no probada. Confunden análisis matemáticos que no prueban que la aplicación de un elemento “A” provoca una mejoría del paciente con la enfermedad “X”. En este tipo de noticias aparece muchas veces la confusión de que la asociación entre dos elementos, no implica que haya una causa. Este es uno de los grandes problemas y la mayor fuente de confusión y desinformación, incluso, entre profesionales sanitarios. En el artículo de la revista «Muy interesante» ilustrado en esta página, donde se dice que el ajo previene el riesgo de cáncer de pulmón, se mencionan artículos de revistas prestigiosas. No facilita el enlace a los estudios científicos. Además, confunde estudios observacionales -donde no se prueba nada-, usa estudios de células en cultivo -no sirve para aplicar en humanos- y confunde relación con causalidad.

Metodología incorrecta. No comprueban los diseños, la forma en que los artículos científicos muestran cómo se ha hecho el estudio. Es importante porque ofrecen esperanzas sobre el funcionamiento de tratamientos/fármacos, etc. que se han probado en células en cultivo o en animales, como si se pudieran trasladar de forma inmediata a humanos.

Covid-19: bata blanca para difundir bulos

Otro rasgo de los bulos en salud es que estén difundidos por personas con bata blanca que, en realidad, no son profesionales sanitarios; gente que se haga pasar por personal médico o de enfermería. También pueden ser difundidos por personas que sí que son profesionales sanitarios, pero que están difundiendo información basada en sus sensaciones y su experiencia personal y no en datos y conocimiento científico.

Con un tema de gran impacto actual como es la pandemia de la Covid-19, seguro que te han llegado numerosos vídeos con testimonios de personas donde cuestionaban los datos ofrecidos por las organizaciones sanitarias a nivel nacional e internacional. Dentro de estos vídeos uno de los más impactantes y que ha tenido mucha difusión a nivel mundial ha sido uno en el que más de 33 (y hago traducción literal) “doctores y algunos otros profesionales” “ofrecen” datos contrastados, según unas fuentes que no ofrecen y a las que no se pueden llegar, donde se indica en gran medida que todo lo relativo al virus SARS-CoV-2 y las medidas de prevención y tratamiento contra la Covid-19 implementadas o son inefectivas, o directamente no son necesarias al no existir el agente patógeno.

Las personas que aparecen en ese vídeo se definen como doctores, y, haciendo una simple búsqueda de los nombres que allí se detallan, se encuentra que algunos de ellos no son quienes dicen ser; otros sí, y otros no poseen la titulación que les han “otorgado”. En este caso nos encontramos con un claro ejemplo de manipulación utilizando el sesgo de autoridad que pueda tener un título universitario vinculado, en algunos casos, al entorno clínico.

Sin embargo, si se escucha atentamente este vídeo se observa que son, simplemente, observaciones personales, no sustentadas por evidencias científicas que se puedan reproducir, amén de que en algunos casos son personajes muy vinculados con movimientos controvertidos, como los movimientos antivacunas o Médicos por la verdad y firmes defensores de dichos movimientos. Os invito a revisar los 33 “expertos” y ya en los 10 primeros encontraréis cosas que hacen dudar y que animaría a poner en cuarentena lo oído.

Para terminar, lo mejor que puedes hacer cuando te llega una noticia de este tipo es leerla y respirar, piensa y no seas de “dedo rápido” para compartir. Muchas veces, al leer esto, creemos que podemos ayudar a alguien si compartimos “información” sobre todo si nos ha generado alguna emoción intensa al leerla. Lo sé, es fácil caer en esa tentación de “ayudar” a los demás difundiendo información “súper útil”… o al menos así te parece a ti.

Pero, de verdad, tómate tu tiempo y lee bien la información que te llega… ¿Encuentras alguno de los elementos que te he mencionado antes? Si crees que sí, entonces te sugiero que no difundas esa noticia y la “pongas en cuarentena”. Una de las mejores formas de “combatir” la desinformación que generan estos bulos es romper la cadena de difusión del mensaje.

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