Las fuentes: cómo saber si son fiables

Las fuentes informativas dan al periodista el contenido que le permite elaborar las noticias. Son las voces, escritas o audiovisuales, que son relevantes en un determinado contexto social: documentos, notas de prensa, declaraciones, testimonios, vídeos etcétera. Así, gobiernos, instituciones y otros actores políticos, sociales y culturales se consideran importantes fuentes informativas. En este sentido, y también en función de qué tipo de pieza informativa elaboremos, también constituyen fuentes relevantes los científicos y/o expertos. El trabajo de un/a periodista es valorar si la información que nos da una fuente es fiable y relevante. Cuanta más fiabilidad tenga una fuente informativa, mejor para la calidad de las informaciones que nos llegan.

Publicado por Learn to Check | 15.04.2021

Los periodistas siempre tienen que contrastar aquello que publican o emiten con, como mínimo, dos fuentes. Estas, además, deben ser plurales y representativas. No hay una sola forma de explicar la realidad, y las fuentes que utilicemos pueden tener sus intereses, de ahí que la pluralidad sea necesaria. Cuando decimos que sean representativas nos referimos a que una fuente de información no puede ser cualquiera, sino que tiene que representar al colectivo sobre el cual se informa. Esto es importante para evitar confundir la información, los hechos, con la opinión.

Los diferentes tipos de fuentes

A la hora de elaborar una información, los periodistas pueden utilizar diferentes tipos de fuentes, que se clasifican en: documentales, testimoniales y expertas. Cada tipo sirve para informarnos de diferentes cosas.

Las fuentes documentales

Son todos aquellos documentos escritos o audiovisuales que nos aportan datos verificados sobre un tema. Por ejemplo, cuando queremos saber lo que dice una ley, queremos informar sobre los datos del paro o conocer la opinión de los ciudadanos sobre un tema, seguramente recurriremos a fuentes documentales como el Boletín Oficial del Estado (BOE), los datos estadísticos del Servicio Público de Empleo Estatal (Sepe) o las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS).

Las fuentes testimoniales

Si nos queremos informar sobre un hecho o experiencia concreta, recurriremos a lo que llamamos fuentes testimoniales, es decir, personas que han vivido directamente la situación de la que queremos informar, ya sea un incendio, una manifestación o cualquier otra experiencia.

Las fuentes expertas

Si lo que queremos es ahondar en un tema para entenderlo más a fondo y tener las claves para interpretarlo, entonces recurriremos a fuentes expertas: académicos o profesionales que trabajan en exclusiva sobre un determinado tema.

Cámaras de prensa

Proteger a las fuentes

Las fuentes son un preciado bien para el buen periodismo, y por eso el código deontológico de la profesión les dedica especial atención. Las fuentes deben estar protegidas, ya que en algunos casos, por el hecho de pasar información a un periodista, pueden verse comprometidas. Por eso un periodista puede decidir no revelar quién le ha dado una determinada información. Uno de los ejemplos clásicos sobre la importancia de proteger a una buena fuente informativa es el famoso caso “Watergate”, que se inició con una investigación periodística de Bob Woodward y Carl Bernstein, del Washington Post, y que le costó la presidencia a Richard Nixon.

En esta investigación, una fuente muy próxima a la Casa Blanca e interesada en destapar las ilegalidades del partido republicano, brindó información valiosa y contrastable a los periodistas para hilvanar la investigación. Esta fuente, que durante años tuvo el mote de “Garganta Profunda”, no desveló su identidad hasta hace pocos años. Este caso se pone siempre como ejemplo en los primeros cursos de periodismo para hablar de la importancia de tener una red de fuentes informativas bien conectadas, fiables y con información que se pueda contrastar, tanto si la identidad de la fuente se puede revelar como si no.

Evaluar la credibilidad de las fuentes

Pero a veces, fuentes informativas importantes y que, sí o sí, tienen información relevante o son noticia, mienten. Uno de los debates más interesantes de los últimos años en este sentido es qué hacer con los tweets del ya expresidente de EEUU Donald Trump cuando exponía mentiras manifiestas en las redes sociales. De hecho, los verificadores de The Washington Post llegaron a cuantificar más de 30.000 afirmaciones falsas o que resultaban inexactas. Sí, Donald Trump era el presidente de uno de los países más importantes del mundo, y por tanto lo que dice o escribe es relevante des de un punto de vista informativo, ¿pero los periodistas tienen que dar visibilidad a mentiras manifiestas? ¿Pueden esas mentiras tener influencia sobre qué temas se habla y sobre qué temas no se habla? O dicho de una forma más experta ¿puede una mentira marcar la agenda mediática e influir en la opinión pública?

El debate es complejo, ya que en los últimos años nos hemos acostumbrado a informaciones basadas solo en las declaraciones de los políticos o las instituciones. Pero la credibilidad hacia estos actores públicos, fuentes informativas centrales en nuestra sociedad, ha ido disminuyendo. Las mentiras interesadas y cada vez más descaradas de determinados actores políticos han generado la incredulidad de la población y ha abierto el debate sobre cuál debe ser el papel de los periodistas y la ciudadanía.

En un contexto cada vez más complejo y con la multitud de informaciones que nos llegan, parece que basarnos solo en las declaraciones políticas no es suficiente, y el periodista debe contrastar las palabras de políticos u otras fuentes institucionales con otros datos para verificar lo que nos cuentan. Ya no basta, de hecho, con publicar la declaración del político del partido A y la contra-réplica del político del partido B, sino contrastar lo que dicen, los datos que dan, y aportar interpretación y contexto a sus palabras.

De hecho, los ya populares “fact-checkers” llevan ya unos años realizando de una forma más especializada esta función. Así podemos ver, por ejemplo en los debates electorales de la campaña catalana de 2021, como equipos de verificación como Newtral o Verificat comprueban en directo las declaraciones de los políticos. Para hacerlo, la declaración política como fuente ya no es suficiente, sino que necesitamos datos estadísticos, información experta o un buen manejo de otras fuentes informativas para que aquello que consumimos en los medios/redes sea creíble.

La mediación de los periodistas

Si hemos hablado de políticos e instituciones, tampoco podemos dejar de lado la necesidad de tener buenas fuentes expertas en temas como la salud. La pandemia de bulos generada por la crisis del Coronavirus ha evidenciado la necesidad de recurrir a fuentes expertas y fiables. El simple hecho de ser un médico no habilita automáticamente a alguien a ser un experto sobre epidemias. Si queremos tener acceso a conocimiento experto, las fuentes informativas deben estar avaladas por investigaciones, publicaciones y referencias de la comunidad científica alrededor del tema del cual nos queremos informar. A veces, estas fuentes nos resultan excesivamente complejas y como ciudadanos nos cuesta asimilar todo lo que esa fuente nos está contando. Por eso, el papel del periodista como mediador de la realidad es central. Es el periodista el que debe interpretar esos datos que nos llega de la fuente experta y hacerlos asequibles a la ciudadanía. La figura del periodista científico o la del científico divulgador se han hecho más necesarias que nunca y resultan fuentes claras y fiables para la ciudadanía.

Aún así, y ante la crisis de credibilidad del periodismo y de las instituciones como fuentes fiables de información, el peligro está en dar veracidad a fuentes alternativas que construyen un relato que puede ser falso, o en el mejor de los casos inexacto e incompleto. Esa búsqueda de fuentes informativas alternativas y no validadas lleva a la construcción de todo tipo de teorías conspirativas y de informaciones falsas que se distribuyen online a gran velocidad: desde los chips de Bill Gates a los efectos del 5G y las vacunas pasando por un largo etcétera.

Tú también eres fuente

James Montgomery Flagg, Public domain, via la Wikimedia Commons

James Montgomery Flagg, Public domain, via la Wikimedia Commons

Ahora todos somos potenciales fuentes informativas y podemos publicar cualquier cosa online en cualquier momento. De ahí que las preguntas que debemos hacernos ante una fuente informativa de la que dudamos son diversas: “¿Quién está diciendo esto?”, “¿Lo puede saber directamente?”, “¿Está en contacto con alguien que sí lo sabe?”, “¿Lo que dice está avalado por otras fuentes fiables?”, “¿Se puede contrastar o solo puedo fiarme de lo que me diga?”. De hecho, pararse a pensar qué tipo de información estamos consumiendo -no olvides de echarle un vistazo a nuestro método PANTERA- en realidad también es preguntarnos sobre la fiabilidad de las fuentes informativas, sobre el QUIÉN DICE QUÉ Y POR QUÉ.

Y aunque pensemos que todo el mundo tiene intereses para comunicar algo y que, por tanto, lo que nos digan puede ser parcial, eso no quita que la fuente sea fiable, y podamos contrastar lo que nos dice con otras fuentes fiables que nos muestran lo que pasa desde otra perspectiva u otros intereses. La construcción de la información siempre pasa por lo que puedan aportar las fuentes, y el relato sobre la realidad nunca es blanco y negro, bueno o malo, sino que acostumbra a ser complejo. De ahí que nuestro trabajo como ciudadanos -y lo que debemos exigir a los periodistas- es que nos aporten fuentes fiables lo suficientemente diversas para tener una fotografía lo más completa de nuestra realidad.

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